Nada humano me es ajeno
Publio Terencio Africano en su comedia Heautontimorumenos (El atormentador de sí mismo), del año 165 a.C., dejó para la posteridad esta frase, pronunciada por el personaje Cremes para justificar su intromisión en los asuntos domésticos de su vecino. Sin embargo, esta cita ha quedado para la posteridad como un alegato contra la indiferencia moral ante la suerte de los demás, como una justificación de lo que ha de ser el comportamiento humano. Nada que afecte, influya, o incida de manera directa en la vida, el bienestar o el desarrollo de cualquier humano, debe provocarnos indiferencia.
La finalidad de la antropología es observar, entender e intentar explicar cómo piensan las personas, ya sea en sociedades similares a la nuestra, o en otras en las que el imaginario colectivo se ha construido sobre otros valores y preceptos. La diversidad de respuestas que se observa en las distintas culturas, muestra la riqueza de una humanidad compartida, pero tremendamente adaptable a un sinfín de situaciones en las que la creatividad humana se manifiesta de formas dispares y únicas.
El contacto entre pueblos ha propiciado situaciones diversas en el grado de relación entre ellos. Existe una tendencia a pensar que las diferencias entre pueblos siempre se manifiestan a través de una oposición, un enfrentamiento entre “nosotros” y “ellos”, pero a lo largo de la historia ha quedado plasmado que el modo en que las diferentes sociedades han interactuado entre ellas, ha surgido de manera espontánea, e incluso impredecible.
En épocas pasadas, viajeros, comerciantes y guerreros recorrían territorios experimentando en primera persona la realidad cultural de los pueblos a los que viajaban. En ocasiones estas relaciones se establecían desde la falsa sensación de superioridad al creerse más “evolucionado”. El etnocentrismo genera en la persona que lo experimenta, la concepción de que la cultura propia es superior a la de otros pueblos, a quienes se considera inferiores cultural, social y racialmente. El grado de etnocentrismo que una persona tenga incorporado, influirá de manera decisiva en la imagen que perciba sobre otras culturas.
En todas las épocas han existido personas cuya curiosidad les ha empujado a conocer otras sociedades, a entender realidades diversas y formas de pensamiento dispares. Aunque pertenecientes a culturas y épocas muy alejadas entre sí, los tres autores que conoceremos establecieron contacto con otros pueblos durante procesos expansivos de su propia sociedad.
Heródoto
Heródoto nació en Halicarnaso (actualmente Bodrum, pequeña ciudad turca del Asia Menor) en fecha incierta, probablemente hacia el año 484 antes de Cristo. Nació poco antes de las guerras médicas y vivió hasta la época de la guerra del Peloponeso. Sus padres fueron Lixes y Drió, padre cario y madre griega, pertenecientes a las familias de más alto rango de la ciudad.

Heródoto fue un incansable viajero, y sus estancias en los centros culturales y políticos del mundo antiguo fueron prolongadas. Aunque se desconocen las relaciones que mantuvo con la Atenas de Pericles, se dice que le habían pagado diez talentos por leer en público sus libros para ensalzar el papel de la Polis. Esto resulta dudoso, ya que sus relatos contienen un mensaje contrario al creciente imperialismo ateniense de la época.
Su obra se centra en explicar qué llevó a los pueblos griegos y persas a la guerra. Heródoto compara los sistemas políticos de los contendientes y de otros pueblos, sin dejar de hacer críticas sobre todos ellos. Su mensaje pretende alertar a los ciudadanos del peligro que entrañan el imperialismo ateniense y el militarismo espartano.
Pero Heródoto no muestra únicamente interés por los pueblos cercanos a él. La descripción detallada de “los otros”, de los no griegos, y su incansable curiosidad por entender el comportamiento de otros seres humanos socializados en culturas lejanas, le convierten en un etnógrafo accidental. Su obra muestra toda una vida dedicada a la búsqueda de lo ajeno, de lo extraño, de aquello que cuesta entender, pero que a la vez engrandece al que lo incorpora.
Su descripción sobre el comportamiento de los persas a la hora de tomar decisiones importantes, refleja su intención de mostrar de una manera comprensible las conductas que a ojos extraños puedan parecer pintorescas.
“Son además, muy dados al vino, (…) suelen discutir los asuntos más importantes cuando están embriagados; y las decisiones que resultan de sus discusiones las plantea al día siguiente, cuando están sobrios, el dueño de la casa en que estén discutiendo. Y si, cuando están sobrios les sigue pareciendo acertado, lo ponen en práctica; y si no les parece acertado, renuncian a ello. Asimismo, lo que hayan podido decidir provisionalmente cuanto están sobrios, lo vuelven a tratar en estado de embriaguez”
Libro I, 133, 2-4
Su método de investigación procede de la indagación directa durante sus viajes. La utilización de fuentes locales, la recogida de tradiciones diversas, la descripción sobre los pueblos, la forma de obtener datos en los que poder fundamentar sus conclusiones… Todos estos factores le aproximan sorprendentemente al método etnográfico.
Heródoto ha sido considerado como padre de la Historia, y precursor de la Antropología. Su voluntad de observar, analizar y entender el comportamiento del ser humano en relación con la cultura en la que ha sido socializado, le convierte, pese a todos sus errores, fantasías e inexactitudes, en una valiosa fuente de conocimiento.
Ibn Battuta
(Abu Abd Allah Muhammas Ibn Battuta; Tánger, 1304 – Fez, 1368 o 1377) Viajero y geógrafo árabe. Fue el más importante de los viajeros musulmanes en la Edad Media, famoso por escribir el libro Rihläh (Viajes), en el año 1355, donde plasmó con todo lujo de detalles las experiencias vividas a lo largo de los más de 120.000 kilómetros que recorrió desde el año 1325 a 1355. Viajó por medio mundo, desde el norte de África hasta China, recorriendo el sureste europeo, Oriente Medio, el centro y sureste de Asia, Rusia, India, Kurdistán, Madagascar, Zanzíbar, Ceilán o, en el Occidente, los reinos de Aragón y de Granada y el de Mali

Miembro de una familia honorable dedicada a la magistratura islámica (cadíes), desde muy joven Ibn Battuta se aficionó a la lectura. A los veintiún años de edad, el 13 de junio del año 1325, partió en dirección a La Meca con el designio de cumplir la peregrinación preceptiva para todo musulmán. Sería el inicio de un periplo viajero repleto de contactos e intercambios culturales.
Battuta centraría su obra en el comercio, las peregrinaciones, los encuentros con infieles y sus religiones, templos, prácticas islámicas, y su enfrentamiento con los chiitas, que consideraba herejes.
A diferencia de Heródoto, las profundas convicciones religiosas de Ibn Battuta actuaban como barrera a la hora de intentar comprender las tradiciones y costumbres de otros pueblos. Su método se basaba en la descripción de todo aquello que observaba, pero además mostraba su preocupación y rechazo por las prácticas y creencias que no encajaban en su imaginario. El trato con pueblos diversos no modificó sus ideas morales y religiosas, inspiradas en la lectura del Corán. Censuraba costumbres como la presencia de mujeres con los pechos descubiertos en las islas Maldivas y la promiscuidad de la población negra de Mali. La visibilidad de las mujeres en Crimea es algo que le asombra de manera significativa, y escribe lo siguiente al respecto:
“En este país observé algo asombroso: la consideración en la que se tiene a las mujeres, cuya posición es más alta que la de los hombres. (…) Unas van en carros tirados por caballos, con tres o cuatro muchachas que les alzan las puntas del vestido; en la cabeza llevan una bugtaq, es decir un aqruf (especie de capirote) con perlas incrustadas y rematado por plumas de pavo real. Tienen abiertos los ventanucos de la carreta y van mostrando el rostro, pues las mujeres de los turcos no llevan velo. Otras, que también van así, y acompañadas de esclavos, llevan leche y corderos al zoco, vendiéndolos allí a cambio de géneros de droguería. Muchas veces, la mujer va acompañada del marido, que parece, a simple vista, uno de sus criados, pues por toda vestimenta lleva una pelliza de piel de cordero y, en la cabeza, un bonete de lo mismo, que llaman külah”
Battuta, 1989:421
Criticó también de forma despectiva todo aquello que se desviaba de los principios morales y religiosos del Islam, y tachaba de paganos e infieles a los “no musulmanes”.
De todas formas, la importancia de la obra de Ibn Battuta radica en que recogió datos históricos, geográficos, folclóricos y etnográficos al mismo tiempo que narró las costumbres, sucesos maravillosos y acontecimientos legendarios de los lugares por donde pasaba. Y todo ello afirmando por encima de todo la omnipresencia del Islam como forma de vida y comprensión del mundo. Su obra constituye una valiosa fuente de información sobre la historia y la geografía del mundo musulmán durante la Edad Media.
Joseph de Acosta
Joseph de Acosta (1540-1600) fue un antropólogo y naturalista jesuita que desempeñó importantes misiones en América, efectuando análisis sobre hombres, animales, plantas, mareas, vientos y volcanes en la América hispana. Sus observaciones antropológicas y biológicas en el Perú deslumbraron a la ciencia europea, por lo que fue considerado como el precursor de la Antropología Cultural moderna.

Durante el siglo XVI, la Iglesia española comenzó una tarea de evangelización de los indígenas precolombinos a través de expediciones misioneras. Muchos de estos misioneros se dedicaron a conocer aquellos pueblos, con sus lenguas, culturas y religiones, nuevas especies animales y vegetales. Joseph de Acosta, misionero de origen converso, dedicó su vida a las ciencias y a la evangelización.
El contacto directo con las comunidades y los registros locales, serían la base de su método para obtener datos y explicarlos a partir de sus hipótesis. Su visión sobre los descubrimientos que poco a poco fue realizando, ya fuera en el ámbito antropológico como en el natural, denota una gran apertura a la hora de analizar a las otras culturas no desde la visión etnocéntrica, sino desde una postura alejada de los conceptos preconcebidos. Sus descripciones denotan un afán por deconstruir el pensamiento europeo, acercándolo a la nueva y fascinante manera de concebir el mundo que descubre en América. Para él, la comparación es una herramienta que debe utilizarse para valorar a personas, animales y especies vegetales, separándolas de la percepción eurocéntrica de la época.
«Quien por esta vía de poner sólo diferencias accidentales pretendiere salvar la propagación de los animales de Indias, y reducirlos a las de Europa, tomará carga, que mal podrá salir con ella. Porque si hemos de juzgar a las especies de los animales por sus propiedades, son tan diversas que quererlas reducir a especies conocidas de Europa, será llamar al huevo, castaña»
Joseph de Acosta
Pero la intención de Acosta no se limita a querer analizar el Nuevo Mundo desde una perspectiva liberada de prejuicios, sino que va más allá. En su capítulo “Que es falsa la opinión de los que tienen a los indios por hombres faltos de entendimiento”, muestra una doble intencionalidad ante los estereotipos europeos sobre los nativos.
“Pretendo en este libro escribir sus costumbres y gobierno para dos fines. El uno, deshacer la falsa opinión que comúnmente se tiene de ellos, como de gente bruta, y bestial y sin entendimiento, o tan corto que apenas merece ese nombre. Del cual engaño se sigue hacerles muchos y muy notables agravios, sirviéndose de ellos poco menos que de animales y despreciando cualquier género de respeto que se les tenga”.
Joseph de Acosta
Muchos son los aspectos que destacan en Acosta como precursor de la Antropología y de la crítica social. Su modelo de investigación fiable y estructurado, su crítica al modelo de gobierno español en las Américas, y la defensa de los derechos de los nativos frente a los abusos, le llevan a la formulación de hipótesis explicativas sobre América y sus gentes, que a la vez persiguen una visión realista y libre de prejuicios que promueva el respeto entre culturas.
Narrativas de la diversidad
Los relatos de estos tres precursores de la antropología moderna, nos permiten distinguir tres formas distintas de narrar sus encuentros con la diversidad.
- Entender a los pueblos que visita, incluso si son enemigos. Heródoto fue denominado como filobárbaro (amigo de los bárbaros), por describir sus costumbres y tradiciones sin cuestionarlas o menospreciarlas.
- Comparación y diferencia. Entre la descripción de culturas que el viajero conoce y otras lejanas y distantes. Esta comparación se hace desde el respeto y dejando atrás un etnocentrismo que resta valor a todo lo que no provenga de Europa. Joseph de Acosta cuestiona los métodos de los españoles, criticando su falta de empatía con los Indios.
- Superioridad. El viajero considera a los pueblos que visita como bárbaros e incivilizados. Ibn Battuta no fue capaz de liberarse de sus ideales y preceptos religiosos, lo que le condujo de manera inevitable a cuestionamientos sustentados en prejuicios y estereotipos culturales. Aun así fue capaz de apreciar en la diversidad de los pueblos que visitó, cualidades que escapaban al juicio religioso.
Tres viajeros incansables. Tres hombres que, empujados por la curiosidad y la fascinación por otros pueblos, estudiaron costumbres, tradiciones e intercambios, dejando un legado cultural enormemente valioso para el futuro.
Bibliografía
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Moreno Feliu, Paz (2014). De lo lejano a lo próximo: un viaje por la Antropología y sus encrucijadas : Editorial Universitaria Ramón Areces
https://historia.nationalgeographic.com.es/a/ibn-battuta-mayor-viajero-edad-media_7019
https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/6545/Jose%20de%20Acosta
http://spainillustrated.blogspot.com/2011/10/antropologia-cultural-moderna-por-jose.html
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