Sobre mí
Tras muchos años de observación y contacto directo con discriminaciones, abusos, injusticias y conductas deshumanizantes, me di cuenta de que la antropología era el antídoto a una especie de “envenenamiento” producido por la socialización en el mundo occidental.
Conductas interiorizadas, mecánicas, inherentes, ese hábitus que Bordieu define como la actitud que tenemos ante la vida, dependiendo de nuestro entorno, aquello que nos construye como seres sociales y condiciona nuestros actos y nuestros pensamientos.
Me di cuenta de que la libertad del ser humano está supeditada por todo aquel conocimiento, formal e informal que va adquiriendo a lo largo de su vida. Por todos esos mensajes que de manera sutil se van incorporando a su esquema cognitivo, y le harán actuar sistemáticamente en la resolución de los problemas del día a día.
Una no nace racista, ni machista, ni capitalista o anarquista. Es la sociedad la que se encarga de moldear nuestros esquemas, de darles sentido, de generar una necesidad incesante de “encajar” en un sistema que produce seres prácticamente robóticos. Produciendo seres en cadena, iguales, construidos a base de estereotipos, mensajes ocultos, e impregnando cuerpo y mente de un materialismo fanático que busca una perfección inexistente.
Me di cuenta de que soy divergente. Que no encajo con los planes que la sociedad tenía para mí. Seguí un rumbo hace años que me llevó a darme cuenta de las incongruencias del sistema, de los abusos a los que continuamente las personas son sometidas, dentro y fuera de las instituciones, dentro y fuera de las familias, dentro y fuera de ellas mismas.
Me cansé. Y a medida que iba desaprendiendo todo lo que la sociedad me había enseñado, dejé de ver colores, cuerpos o clases sociales, y vi experiencias, sentimientos y esperanza.
Y aquí estoy. Buscando algo que aparentemente parece imposible de conseguir. Un mundo en el que las personas sean personas, no objetos, ni mano de obra, ni beneficio encubierto, ni votos, ni prestigio, ni nada. Sólo personas.
Mi rebeldía se sustenta en todas aquellas injusticias que nos atraviesan como seres humanos, sea nuestro origen el que sea. Se sustenta en la exaltación del valor de la increíble potencialidad humana que se pierde entre guerras, conflictos políticos, abusos de cualquier tipo, infancias rotas, y mujeres sin nombre.
Ésa soy yo. Una antropóloga rebelde.