Estructura y desigualdad

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Estructura

La palabra estructura procede del verbo latino struo, cuyo significado es disponer en capas, ordenar, y por extensión, construir. Si pensamos en una estructura, seguramente lo primero que venga a nuestra mente sea el conjunto de elementos y materiales que forman el “esqueleto” de un edificio. La estructura es aquello que, ordenado de manera adecuada y sistemática, sostiene una construcción. Para que una estructura sea adecuada y efectiva, es necesario ordenar los elementos de tal manera que que haya unos cimientos (situados abajo), y unos materiales ligeros y livianos que constituyan el “techo”, la parte alta del edificio. En el medio quedarán todos aquellos componentes normalmente neutros pero necesarios para que la estructura no se desmorone.

El objetivo de toda estructura es servir como base para que las capas que se vayan instalando sobre ella, formen un conjunto sólido, compacto, que permita la proyección en la realidad de una jerarquía de componentes imaginada en la mente de un ser humano. Jerarquía que debe permanecer inalterable para que el conjunto se mantenga intacto. Si hay grietas, la construcción corre el peligro de desvanecerse, sembrando el caos.

En un sentido más general, también se considera estructura al conjunto de relaciones que posibilita el orden, el control y la estabilidad dentro de un sistema en el que un conglomerado de individuos crean un todo. La estructura define una parcela de realidad independiente y autónoma, que necesariamente requiere de todos sus componentes para que pueda desarrollarse y mantenerse.

“Existen estructuras sociales objetivas independientes de los individuos, que constriñen su actuación sin determinarla y sirven de base a los esquemas de percepción, pensamiento y acción de los individuos, esto es, al habitus, el cual puede considerarse como el lugar de interiorización de lo exterior y exteriorización de lo interior: entre el sistema de regularidades objetivas y las conductas directamente observables interviene siempre la mediación del habitus.”

Sobre la noción de estructura social. Miguel Beltrán Villalva

Estructura social

En toda estructura social existe la desigualdad. La población se distribuye en diferentes capas en las que el acceso a los recursos no es el mismo para todxs. Los privilegios y oportunidades de los miembros de cada estrato son diferentes, y también las relaciones que se establecen entre ellos. De esta manera, podemos hablar de diferentes “realidades” que habitan un mismo espacio, pero cuentan con paradigmas totalmente diferenciados. Lo que para unxs es fácilmente asequible, para otrxs es una hazaña impensable. El propio autoconvencimiento de que no es posible alcanzar según qué logros, es lo que provoca la inmobilidad de los diferentes sujetos que, ante la omnipotencia del sistema, se descubren a sí mismos como piezas de un ajedrez que no mueven ellos.

Una de las fuentes de desigualdad más relevantes es la diversidad. Lo que nos diferencia a unxs de otrxs, ya sea a nivel económico, de clase, de género o étnico, es capaz de producir desequilibrios y condiciones dispares entre personas que forman parte de una misma comunidad. Además, para que una estructura social sea posible, es necesaria la legitimación, la justificación de las desigualdades que produce el propio sistema. Todo sistema de estratificación social evolucionado ha desarrollado también algún tipo de discurso que explica y justifica la desigualdad, convenciendo a los individuos de que están donde deben estar.

“Hay tres tipos de personas, los de arriba, los de abajo, y los que caen.”                                    

Trimagasi, El Hoyo.

El Hoyo

El Hoyo es una crítica a la estratificación social, ambientada en un mundo distópico en el que la Administración se permite el lujo de experimentar con las personas, para comprobar qué ocurre cuando alcanzan el límite de la desesperación.

Conejillos de indias dispares procedentes de todos los estratos y clases sociales, que se ven forzados a convivir ante la amenaza constante de la muerte por inanición. Lo que lleguen a hacer para conservar la vida es lo que marcará la diferencia entre ser humano, o ser simplemente un animal que se deja llevar por sus instintos.

Ante la inmovilidad de un sistema que se sustenta en la lucha por los recursos escasos, Goreng entra en el Hoyo sin conocer lo que se esconde en su interior, seducido por la idea de conseguir un título homologado. Seis meses a cambio de un título.

La grandeza de Goreng radica en su capacidad de entender las circunstancias del otro, el querer saber sus motivos, sus sentimientos y razones. No juzga, e incluso los que le engañan para sobrevivir, se muestran ante él como seres atormentados dignos de su compasión. Aún en un ambiente de hostilidad aberrante y absurda, el protagonista mantiene intacta su capacidad de discernir entre el bien y el mal, lo que le permite permanecer cuerdo ante una situación en la que la mayoría sucumbe a la locura.

Goreng no intenta convencer a nadie de lo que está bien o mal. Observa, valora y actúa para apoyar o proteger aquello que considera noble y justo. Intentarán hacerle creer que sus pensamientos son ingenuos y ridículos, pero su moral está firmemente enraizada en la bondad, y no caerá en las contínuas tentaciones de abandonar unos principios que son la base de su persona.

Su nobleza no le impide tomar decisiones drásticas y difíciles, que también conllevan dilemas morales. Pero el bien común le guía en sus acciones, y le permite ver con claridad qué es digno de ser protegido, y qué se convierte en un obstáculo para su fin. Goreng es una especie de mesías destinado a cambiar la estructura de un sistema salvaje, despiadado y atroz, en el que las personas abandonan todo principio para preservar la vida.

Mientras otros piden cuchillos, bates o pistolas para entrar en el Hoyo, Goreng desea que un libro le acompañe en su confinamiento. De manera inconsciente, busca preservar su capacidad intelectual por encima de su integridad física. El acto simbólico de elegir un libro muestra la renuncia al plano físico, que protegerá únicamente hasta que pueda entregar su mensaje de esperanza. Después su existencia se torna irrelevante.

En su camino se encuentra con personas que se aproximan más a un estado animal que humano, pero también con seres nobles que se entregan por el bien común. Imoguiri es una de ellas, que tras conocer la realidad del Hoyo, pretende cambiar las cosas desde dentro, convenciendo a los individuos de que si colaboran pueden cambiar la estructura del sistema. Desgraciadamente, las buenas intenciones a veces requieren de algo de firmeza para provocar el cambio.

Imoguiri cree en que es posible el surgimiento de un acto de “solidaridad espontánea”, que genere una transformación en las dinámicas de las personas que forman parte de la estructura, y que sean conscientes de la importancia de proteger el bien común.

Cabe mencionar que la figura de Baharat, compañero de aventuras de Goreng, le sigue fielmente al consideralo un líder que ha de liberar a los torturados humanos del Hoyo de una sucesión de días tortuosos e inimaginables.  A través de la religión, Baharat se convierte en herramienta de resistencia contra el sistema que oprime a los individuos, y que les impide ver la realidad que les rodea.

el hoyo

DIRECCIÓN: Galder Gaztelu-Urrutia

GUION: David Desola, Pedro Rivero

MÚSICA: Aránzazu Calleja

REPARTO: Ivan Massagué, Zorion Eguileor, Antonia San Juan, Emilio Buale, Alexandra Masangkay, Eric Goode, Algis Arlauskas, Miriam Martín, Óscar Oliver

DIRECCIÓN DE FOTOGRAFÍA: Jon D. Domínguez

PRODUCCIÓN: Basque Films, Mr Miyagi Films, Televisión Española (TVE), ETB, Zentropa International Spain, Eusko Jaurlaritza, ICAA, Consejería de Cultura del Gobierno Vasco, Instituto de Crédito Oficial

AÑO: 2019

DURACIÓN: 94 min

GÉNERO: Ciencia ficción. Thriller | Distopía. Supervivencia. Gore

PAÍS: España

VERSIÓN ORIGINAL: Español

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Estructura y legitimación

El verdadero poder de toda estructura social radica en su capacidad de convencer a los sujetos de que están en el lugar que les corresponde. Teniendo en cuenta que la línea de salida no está en el mismo punto para todos, la carrera en la que se convierte la obtención de recursos e influencia está viciada desde su inicio. Además, es el propio sistema el que se encarga de enfrentar a los individuos entre ellos, para que se culpabilicen mutuamente sobre las injusticias, cuando es la propia estructura la que las genera.

Incapaz de mirar hacia arriba, el sujeto mira a su alrededor, y culpa a los que son “diferentes” por apropiarse de unos recursos que según su perspectiva no les corresponden. Y no les corresponden porque no son como él, no son sus iguales. Lo más fácil es siempre culpar al “otro” más cercano.

De esta manera, el sistema se retroalimenta de individuos que, ocupados en una lucha infructuosa por una obtención de recursos siempre insuficientes, señalan a sus verdaderos iguales como responsables de la desigualdad. No son capaces de reparar en que el leviatán en el que se ha convertido la sociedad, verdadero responsable de sus males, es invisible a la mermada visión de los autoconvencidos individuos.