El pelo social: Racismo in-corporado

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Signos de identidad

La naturaleza humana es la misma en todas partes, o al menos eso es lo que la antropología nos muestra al analizar algunos de sus significados fundamentales. Algunos de estos significados serían transmitidos culturalmente de generación en generación, mientras que otros son incorporados por la socialización en sistemas sociales firmemente enraizados en el principio de desigualdad.

Muchos son los factores que inciden de manera directa en los elementos de los que se compone el cuerpo humano. Algunos de estos elementos estarían determinados por el entorno o por herencia genética, mientras que otros se construyen incorporando significados aprehendidos, que transforman al individuo en un producto de la sociedad en la que habita.

Las diferentes sociedades humanas han encontrado en el cuerpo la materia de la que servirse para perpetuar una estructura social que difícilmente se podría sustentar sin la incorporación de procesos cognitivos que normalicen las diversas situaciones cotidianas de lxs individuxs. Dotar al cuerpo de significados es la manera en la que la sociedad transmite comportamientos y normas sociales implícitas que permiten el no cuestionamiento y la indiferencia.

Los significados inherentes a los elementos no son universales, sino específicos de cada contexto cultural, y es en ese espacio de construcción de identidades donde las complejidades del sentido de lo social inciden de manera directa en lo que el sujeto asimilará como aceptable o prohibido.

Elementos “naturales”

Los elementos “naturales” son aquellos que la persona no decide ni elige. El género, el color de la piel, el pelo liso o tremendamente rizado vienen dados por herencia. Estos elementos son reformulados por el sistema social para dotarlos de un significado específico, que otorga privilegios, y genera estigmas. La naturalización del simbolismo en un sentido o en otro, es el pilar principal de toda una estructura de desigualdades que convierte a las personas en personajes tremendamente dispares a la hora de acceder a oportunidades y recursos necesarios para su desarrollo personal.

“El pelo es un símbolo poderoso”

(Hallpike 1987)

Se considera que los símbolos son arbitrarios, su significado depende del imaginario colectivo, que es el que construye el concepto que le dará vida. Un símbolo enorgullece, avergüenza o estigmatiza al sector de la sociedad que se ve representado, voluntaria o involuntariamente.

Aun considerándolo un elemento “natural”, la simbología del pelo se construye, se crea a partir de interpretaciones sobre sus características que operan juntas o de manera independiente, creando un paradigma específico sobre lo socialmente aceptable. El estudio de las características atribuidas al pelo pone de manifiesto que lo que se entiende por “natural” no lo es tanto.  Lo “natural” se convierte en algo procesado.

Los significados asociados al pelo no solamente operan en el código cultural, sino que se reproducen en la acción social, y se intensifican o varían en función de la corriente de pensamiento que la sociedad produzca en un momento determinado. El tratamiento del pelo hace visibles las diferencias sociales, que se traducen en términos corporales y son transformados en objeto sensible con significado propio.

El pelo se convierte en una “materia” sometida a acciones. Se corta, se cubre, se alisa, se deja crecer… y cada una de estas acciones contiene un significado específico de interacción con la sociedad. La identidad se proyecta a través no sólo del resultado, sino del proceso que implica. En ocasiones este proceso, aunque poco “natural” está normalizado por el entorno social, y se considera un requisito indispensable para acceder a privilegios que serían inalcanzables de otro modo. Todo tratamiento y las acciones que comporta, constituye una totalidad normativa, un código de comportamiento con un lenguaje determinado que materializa la posición de un individuo en la sociedad.

“Fue mi primer gran paso hacia la autodegradación: cuando soporté todo ese dolor [al echar lejía en mi cuero cabelludo], literalmente me quemé la piel para que pareciera el cabello de un hombre blanco”                                              

Malcom X

Control social y resistencia

El pelo, o cómo se exhibe el pelo, puede convertirse en una herramienta de control social en función de los estilos y modos de tratamiento que identifiquen a lxs sujetxs, pero también puede convertirse en campo de expresividad donde se liberen nuevas formas de identificación y de creación de nuevas identidades.

El pelo antisocial, aquel que rompe las normas y cruza las barreras de lo socialmente aceptable, ha sido emblema de la rebeldía en los jóvenes, en el movimiento feminista, en las tribus urbanas o en los movimientos reivindicativos sobre derechos humanos. El pelo natural sin tratamientos de alisado es símbolo de la lucha contra el racismo en la comunidad afroamericana.

Los tribunales de EE UU llevan décadas recibiendo demandas de afroamericanxs que fueron despedidxs de sus trabajos por llevar el pelo al natural, sin tratamientos de alisado.

En 2010, Chastity Jones, afroamericana de Alabama, recibió una oferta para trabajar en el servicio al cliente de la empresa Catastrophe Management Solutions. El requisito para acceder al puesto de trabajo era que se cortara las rastas. Como muchas, Jones se negó a cambiar su peinado porque es una expresión de su “herencia, cultura y orgullo racial”.

Kieana Hooper denunció públicamente al instituto en el que estudia su hija de 18 años en Texas por prohibirle participar en la ceremonia de graduación si no se quitaba las trenzas. En ese mismo Estado, dos madres demandaron a la escuela de sus hijos después de que los suspendieran por llevar rastas. Uno de ellos argumentó que las usaba para honrar a su familia, originaria de Trinidad.

Normalizando  lo “natural”

Ante la discriminación que ha sido normalizada durante siglos, y apoyada por un sistema que genera desigualdad desde su origen, la población oprimida crea nuevas estrategias para visibilizar injusticias y reclamar sus derechos como seres humanos. “La ley es para todos”, para lo bueno y para lo malo. Si el sistema legal es capaz de castigar los actos delictivos, también debe garantizar que la vulneración de derechos sea visibilizada, perseguida y castigada. El mundo actual tiene ojos, pantallas y redes sociales que no van a permitir a la sociedad continuar en su estado de perpetuo letargo amparado en la ignorancia.

La Ley CORONA, que significa «Crear un mundo respetuoso y abierto para el cabello natural», es una ley que prohíbe la discriminación racial del cabello, que es la negación de oportunidades de empleo y educación debido a la textura del cabello o a peinados protectores que incluyen trenzas, mechones, torceduras o nudos bantúes. Desde su entrada en vigor, la Ley CORONA ha galvanizado el apoyo de los legisladores federales y estatales de Estados Unidos para poner fin a la discriminación del cabello en todo el país.

Las mujeres negras reclaman su derecho a la naturalidad. A no tener que invertir dinero, tiempo y salud en unos tratamientos que las alejan de lo que son en realidad, para convertirlas en algo a medio camino entre lo que eran y lo que nunca llegarán a ser.

Las madres y abuelas negras del siglo pasado incorporaron la necesidad de planchar su cabello y el de sus hijas para poder integrarse en un sistema que las excluía por defecto. Las jóvenes negras de hoy exploran nuevas estrategias para construir su identidad no desde la negación, sino desde la conciencia plena de estar en el mundo, de ocupar un espacio que históricamente les ha sido negado, pero que ha llegado el momento de conquistar.

A todas ellas,

Sí, éste el momento.